Tuesday, February 17, 2004

 
Luego de haber hecho el bunjy, de alguna forma quede con cierta terrible resaca post adrenalina. A las pocas horas de pegar el salto, nos subimos al auto y seguimos viaje hacia el sur. Mientras yo me pegaba una siesta en el asiento de atras, los chicos compraron comida para 10 dias. El plan, que lo habiamos hablado antes era irnos a la Stewart Island, la tercer isla de Nueva Zelanda (nota educativa: NZ tiene mas de 2 islas! y Fiji, 333!!!) a hacer un circuito de tramping laaargo...
Luego de haberla pasado tan bien en Queenstown, lo ultimo que tenia intenciones de hacer era meterme en el bosque... asi que mis dudas crecian mientras viajabamos para abajo.
El plan era el siguiente, nos ibamos a la Stewarts, a hacer un tramping de 7 dias, 100 kilometros, en uno de los trayectos mas dificiles del pais. No por que halla serpientes asesinas ni nada por el estilo, sino por que el 98% del recorrido estaba compuesto por barro, y piletas de lodo de hasta 50 cms.
La idea, sin entusiasmarme todavia, seguia en pie. Vaciamos las mochilas, y las llenamos de una muda de ropa limpia y 15 kilos de comida, para que nos dure la totalidad del viaje.
A las 7 de la ma¤ana del otro dia, nos levantamos y rumbeamos al aeropuerto. Por alguna razon magica, nos salia mas barato ir en avion. El piloto nos esperaba especialmente a nosotros. Junto a otras 3 personas nos subimos a lo que seria el avion mas peque¤o al que me halla montado en mi vida.
El vuelo, de 25 minutos no dejo de ser espectacular. Por ese tiempo me habia olvidado de a donde me iba. Bordeamos la isla, con un paisaje a lo Jurassic Park, con monta¤as y playas hermosisimas.... el problema era que todo eso que hacia en avion despues lo tenia que caminar!!!
Obviamente en una isla casi salvaje, no habia ningun aeropuerto ni free shop que nos reciba. El avion, luego de sobrevolar dos veces y dando vueltas de 180 grados, aterrizo en el medio de la playa. Sublime...
Bajamos del lujo aeronautico, a una playa con un viento que me tiraba para atras, ahi es cuando caigo a la realidad. Estaba en la otra punta de la isla, con 15 kilos de noodles a 7 dias de la proxima ducha caliente. Vaya para donde vaya. Ahi me pongo a pensar, si quedarme a dormir en esa isla y tomarme el avion al otro dia y dejarme de hinchar o hacer esa locura.
Todo sumado a la motivacion de German y Gregorio de hacer la caminata, el primero para no gastar plata en hoteles y el segundo con mas ingenuidad que espiritu aventurero.
El primer dia fue el mas largo de mi vida, 9 horas caminando, 17 kilometros, sin ningun punto de referencia de lo que era lo que estaba haciendo. Encima en ese trayecto no habia arroyos de donde recargar agua. Y yo, como nuestra guia prometia una caba¤a a las 7 horas de camino, ya me habia tomado el agua dos horas antes de llegar. Todo sumado al barro, que es un tema para un parrafo aparte.

El calzado recomendado para este tramping era unas botas a prueba de agua, que a recomendacion de un Irlandes con el que charle sobre mi duda de meterme en la selva podia comprarme unas usadas a 300 dolares (flaco, con esa guita vive una familia en cualquier pais que no hablen ingles o aleman). Obviamente, con mis Adidas de base plana, especiales para usar patineta, creo que de ir descalzo la hubiese pasado mejor. El camino, marcado por unas marcas amarillas cada cuanto el instinto dejaba de funcionar, estaba compuesto ciento por ciento de barro, lodo, mierda. Al principio, tratando de no mojarme mi unica proteccion terrestre, tratabamos de saltar entre ramitas y no pisar nada que manchen mis queridas zapatillitas made in taiwan. A los 20 minutos de saltitos, una pisada en falso, meten mi pierna derecha hasta el fondo. Cubierto de barro hasta los tobillos, mis zapatillas ya empiezan a hacer ruido de sapo cada vez que doy un paso.

A la novena hora de caminar, realmente cierta desesperacion me pasaba por la mente. German (jamas depender de el en un bosque), se habia adelantado hace rato, con el mapa y mi unica referencia. Grego, atras mio deberia estar igual que yo.
Ya las subidas y las bajadas, eran interminables e insufribles. Las subidas, hacian que mis muslos y gemelos ardan. Las bajadas, una subida de la posibilidad de patinarme y lo peor, la obvia significacion de que despues habria otra subida.
Finalmente, un techo se asoma detras del proximo monte. No creo haber sentido otro alivio semejante en mi vida.
Final del dia, me saco las sapatillas negras y duras de barro, las medias las tiro al fuego, me cambio la remera empapada de transpiracion, me como mi racion de noodles (fideitos pedorros), escucho la palabra de aliento de la pareja de ingleses que estan en su quinto dia de caminata, y que por cierto se quedan una noche extra para descansar, y me voy a dormir mis 10 horas.

El resto de los dias fue semejante en sufrimiento, pero cada dia distinto en lo increible del lugar al tiempo de que tomaba conciencia de donde estaba mientras el corazon se hacia mas fuerte y mi mochila menos pesada. Pasamos entre paisajes desolados, playas larguisimas en el medio de la nada, cumbres de monta¤as donde se veian todos los arboles desde arriba a kilometros de distancia, puentes colgantes que soportaban a una sola persona, atardeceres y amaneceres unicos. Uno de los dias, tuve la suerte de ver un Kiwi, el animal icono del pais. La mayoria de la gente que viene a Nueva Zelanda se va sin ver uno de estos animales sino es en un zoologico, y a mi se me cruza por el medio.

Los dias pasaban, miles de caidas en el medio, un par de personas que encontraban en el camino y habian tomado la misma desicion (erronea?) de meterse en el medio de la selva. Las comidas, noodles, ya dejaban de ser una molestia y eran un manjar luego de caminar 15 kilometros por dia.

El dia final llego, de golpe con Grego avistamos la salida, otra sensacion de alegria incontenible. Nos volvemos caminando hacia el pueblo, otros 5 kilometros por la carretera y nadie nos quiere levantar (sera el olor a 7 dias), pero somos felices. Voy cantando, alegre. Las piernes me hierven. Encima la carretera tiene subidas y bajadas. Tengo mis plantas de los pies arrugadas, la cara llena de barro, huelo el olor a limpio de la gente! Pero soy feliz, la sonrisa no me la saca nadie. Estas son las experiencias que se sufren durante y se disfrutan el resto de la vida. Para algo la gente sube al aconcagua, corre marathones, bueno, yo me meto en el barro.
Nos tomamos un ferry, me encuentro con la pareja que me dio aliento el primer dia, me ofrece unas papa fritas!! pero no puedo aceptar, tengo las manos negras de lodo.

Nos tomamos el ferry, una hora, la duermo. Agarramos el auto y nos vamos a Invercagill, al esperado hostel con colchon, ba¤o caliente, queiro un BURGER KING!!! Llegamos al hotel y no hay lugares!!! Estan todos los hostels llenos. El disfrute lo retrasamos, nos subimos al auto y nos vamos 200 kilometros al norte, a un pueblito que se llama Milton. Nos recibe un Suizo feng shui, que nos mete en habitaciones separadas para mantener el equilibrio. No me importa, tiene ducha caliente. Me gasto un jabon entero, una nueva persona, de vuelta a la civilizacion. Y con un recuerdo de 100 kilometros en 7 dias que por un tiempo no pienso repetir...

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